Los precintos o sellos de seguridad nacen en épocas remotas de los primeros imperios de Egipto y Mesopotamia. Siglos después se implantaron, en los diferentes feudos de la edad media y sus diferentes reinados, para enviar documentos oficiales en los que se requería discreción y con el sello o lacre se garantizaba la evidencia de cualquier intento de violación.

Los primeros sellos estaban fabricados de piedra, madera o metal, con el escudo de la casa Real que se aplicaba sobre cera derretida vertida sobre el documento y así se personalizaba el sello.

Con este proceso quedaba precintado el documento o valores a preservar, denotando cualquier alteración y evidenciando manipulación.

Originariamente solo existían los sellos de cera, pero con el paso del tiempo, evolucionaron y se popularizaron los precintos de plomo y hojalata.

Con la evolución de los materiales y necesidades de aplicaciones, los precintos fueron mejorando y optimizando en diferentes modelos hasta nuestros días en formatos fabricados en plástico, metálicos y sus diferentes combinaciones.